ALMUDENA

La Patri dice:



Cuando era pequeña, observaba, en multitud de ocasiones y sin que ella reparara en ello, a una niña resuelta y extrovertida que jugaba en Vallesequillo con mi prima, pedía agua en la confitería de Angelita, compraba en el almacén de Pepe y Ana y organizaba concursos del “Un, dos, tres” en la barriada. Entonces no imaginaba que más tarde el destino nos uniría.

Sé que gracias al instituto nos hicimos amigas, aunque no recuerdo cómo empezamos a serlo, cuándo nos reímos juntas por primera vez, cuándo nos dimos nuestros números de teléfono o cuándo comenzamos a confiar la una en la otra. Lo que sí recuerdo son la multitud de momentos en común que ayudaron a consolidar nuestra amistad, las incesantes risas, las largas conversaciones telefónicas y las interminables confidencias.

Nuestra aptitud para la comunicación y el diálogo era de lo más destacable, ya que no había manera de agotar los temas de conversación: hablábamos en su coche al final de una noche de sábado mientras apurábamos los minutos que quedaban para volver a casa, hablábamos los domingos por la tarde en que me iba a su casa a tomar café, hablábamos cuando hacíamos botellón, cuando salíamos a cenar o a divertirnos en los diferentes sitios de moda, hablamos mucho durante aquella madrugada de verano en Arcos y hablamos pidiéndonos perdón por la avenida de Vallesequillo aquella noche en que -no logro recordar por qué- discutimos por primera y única vez. Lo cierto es que estábamos completamente al día de nuestras penas, alegrías, amores y desamores.

De todo lo que hemos compartido -infinitas vivencias- quiero destacar nuestro viaje a Tenerife. Aquellos fueron días preciosos, días que comenzamos llorando porque echábamos de menos a nuestras madres y las saturadas líneas telefónicas nos impedían hablar con ellas y acabamos también casi llorando porque no queríamos volver a Jerez. Allí conocimos a personas que, en aquella época, fueron muy importantes para nosotras, allí nos atiborramos de pizza porque no nos gustaba la comida del hotel, allí apenas dormíamos de noche -por eso Almudena llegó tarde a su cita con aquellos parientes- y allí esta chica se hizo una simpática caricatura, cosa a la que yo no me animé, durante uno de nuestros muchos paseos por la isla. Momentos inolvidables, como tantos otros, que siempre nos acompañarán.

Este pequeño espacio virtual te lo dedico a ti, Almudena, porque siempre has tenido para mí un bonito gesto, un sincera sonrisa y una palabra amable. Te llamo en unos días y… hablamos.
Besos.